Desde hace mucho tiempo la zona de Sunset, en South Miami, se ha convertido en una deliciosa y agradable alternativa para los amantes de las noches largas, de la rumba dinámica, la buena música, el baile y los martinis. Una zona que toma fuerza todos los días y que sorprende por sus movimientos. Pero nada comparado con Splitsville, una opción muy distinta a las muchas que se encuentran en Miami y que tienen, dependiendo de lo que se busque, su propio publico.
Splitsville es un universo aparte. Ubicado en el segundo piso de Sunset Place, muy cerca de los teatros, en este lugar se destaca todo lo que lo conforma y lo habita. Nada pasa desapercibido cuando se entra a un sitio en el que cada esquina parece haber sido hecha con el detenimiento suficiente como para que llame la atención, como para que sorprenda. Es un sitio para todos. En otras palabras, sus 14 particulares, modernas y coloridas pistas de bolos son el corazón de un lugar que en las mañanas y en las tardes es habitada por jóvenes –y también por los no tan jóvenes– que quieren jugar bolos al ritmo de rock, disco o soul. Y ni qué decir de las noches. Bolos para los más adultos al son de unos vinos rojos, de una música que hace vibrar la sangre, de todo un lugar que fue pensado en armonía y elegancia.
Es un espacio muy bien pensado. Aparte de sus pistas de bolos –que más bien parecen autopistas iluminadas por un artista contemporáneo– en Splitsville el ambiente no es un solo ambiente, sino un mundo diferente en el que sucede lo que uno quiera que suceda. Una barra redonda de dimensiones gigantes y perfectamente iluminada es, por ejemplo, un buen lugar para empezar la noche con un martini vodka seco.
Y si quiere más, hay más. Si camina por el piso de colores vivos puede llegar a otra barra más privada, más elegante y más discreta, un poco alejada de aquéllos que pasan la noche entre copas, bolos y gritos cada vez que alguien logra derribar todos los pinos de la pista.
[El Nuevo Herald, August 2009]